domingo, 18 de diciembre de 2011

Y SE HIZO INVISIBLE


Habían pasado ocho años, ocho años desde que tuvo que dejar su hogar de un día a otro, ocho años de idas y venidas y de escondidas, de estar y no estar, de participar y no participar. Al principio, cuando le dieron la noticia creyó que sería algo pasajero, que se solucionaría en un par de meses, nunca imaginó que pasaría tanto tiempo así entre sombras. Que tendría que acostumbrarse a las comidas solas y a las noches sin conversación, que sus hijos crecerían y él no sería testigo de sus logros, que se festejarían fechas importantes sin estar el presente, que el mundo seguiría girando a pesar de él estar congelado.
Le habían contado que ese fin de año iría toda la familia a Mancora, su hija le describía llena de ilusión y con todo detalle los preparativos del viaje, sintió que se le partía el corazón cuando ella le dijo: “Quisiera que te pudieras hacer invisible”. El creyó que ya se había acostumbrado, que luego de tanto tiempo ya no le afectaba que la familia siguiera su vida, que se había resignado a estar al margen, a verlo todo desde otra dimensión, pero no era así, las palabras de Carolina, su hija menor, le habían estremecido. Esa noche, al acostarse, no pudo dormir una idea le daba vueltas en la cabeza…y si fuera invisible…
No recuerda si la soñó o en medio de su desvelo le vino a la mente el día en que se conocieron, fue hace 5 años, cuando luego de tres de estar en tierras lejanas había decidido acercarse a su país, para eso debería tomar un vuelo al país vecino y de ahí trataría de llegar a su ciudad, en cualquier transporte terrestre que le permitiera burlar la vigilancia policial. Había ya viajado cerca de diez horas, en uno de esos buses tan característicos que cruzan la sierra latinoamericana, esos que pueden llevar distintas clases de pasajeros sin que nadie se moleste, las personas son la minoría, las gallinas, patos, pollos, cerdos, cuyes, perros, son los dueños del autobús. No estaba molesto, al contrario, estaba disfrutando. Era parte del folclor, era parte del colorido de su tierra, de ese calor latino que el tanto había echado de menos en su exilio. La vio subirse en una de las incontables paradas que realizaba el autobús durante el trayecto y no sabe por que casualidad del destino el joven que estaba sentado a su lado le cedió el asiento, todavía faltaban varias horas de viaje para llegar a la frontera. Parecía un árbol andante, traía tantas hierbas y ramas que si no hubieran estado a mediados de octubre hubiera creído que venía disfrazada de árbol de navidad. No le dio tiempo ni para correrse un poco en su asiento para hacer espacio, cuando ya estaba instalada, no sabe como en un instante ella acomodó las hierbas a sus pies, debajo del asiento y sobre sus piernas.
Fueron pocos kilómetros más adelante cuando el autobús dio una curva muy cerrada y dejo a la vista un espectáculo maravilloso de los Andes, de esos que quitan el aliento,  cuando ella le  dijo: “A ti te han hecho el mal”, él le miro extrañado, como que no entendió lo que ella le decía, ella volvió a hablar y le dijo: “Si, a ti te han hecho mal de ojo, estas arrastrando una larga y pesada condena”. El no supo que decir, ¿Le habían descubierto?, ¿Alguien le venía siguiendo?, ella parece que le leyó el pensamiento porque enseguida le contestó:
“No te preocupes, se lo que sufres, se que estas lleno de ausencias, que has sido arrancado, como se arranca un árbol desde la raíz y que no has podido volver a sembrarte. Andas como una hoja al viento sin saber qué hacer. Pero recuerda que nada es eterno y que todo llega a su fin, deberás pasar todavía por mucho mas, eso te hará crecer y purificarte, pero al final hallarás lo que tanto anhelas.” Y sin decir más se levanto, le extendió un papel con sus datos y dejo el autobús, tan inesperadamente como había llegado. Aún ahora recordaba sus palabras: “Pasarán muchas lunas, pero tú sabrás cuando buscarme.”
Se levanto sobresaltado y supo que ahora, que ya habían pasado cerca de sesenta lunas, era el momento de buscarla. Le tomó poco tiempo encontrar el papel con sus datos, siempre fue muy ordenado y meticuloso, y más ahora que nadie entraba en su cuarto y el tenía todo el tiempo del mundo para mantenerlo pulcro. Decidió que iría ese mismo día, si era posible, era un riesgo, siempre era un riesgo cruzar la frontera, tendría que hacer un par de llamadas, dar un poco de dinero aquí y allá pero lo lograría como en anteriores ocasiones, y así también aprovecharía para darles una sorpresa a sus hijos.
Le tomó dos días lograr armar el viaje y llegar a la capital, el cruce había estado difícil, nuevo personal, que al principio se hacen los dignos y cuesta más convencerles, pero al final acaban aceptando. Ahora se encontraba ya en un barrio al sur de la capital, buscando un condominio llamado “Nuevo Amanecer”, por un momento creyó que era una señal, pero luego se dijo: “Déjate de tonterías, aquí en el Sur son folclóricos para poner nombre a todo lo que se les cruza por el camino.” Era uno de esos conjuntos habitacionales mal llamados condominios, esos conjuntos frutos de la modernidad donde nos han hecho creer que comodidad es vivir 240 familias en un bloque con un nombre elegante, al lado de otro bloque con otras 240 familias hasta llegar a ser miles de familias viviendo en un conjunto que debería llamarse panal de abejas o lata de sardinas. Ahí vivía ella, en la manzana 7, B3, dpto. 608. Luego de varios intentos, logró llegar al Bloque 3 y tuvo que subir los seis pisos por las gradas porque como le había dicho un vecino “…..puhhh el ascensor hace tiempo que no funciona…disque eran españoles…..pero la misma tontera resultaron.”
No tuvo que golpear, cuando iba a hacerlo ella le abrió la puerta y le hizo pasar, parecía que se hubieran visto ayer y que le estaba esperando. El la recordaba diferente, había engordado un poco y su mirada estaba diferente, un ojo más grande que el otro le daba el aspecto siniestro de una hechicera. El departamento era pequeño, calculó que no mediría más de 50 m2, podía distinguir tres dormitorios, una cocina minúscula, sala, comedor tipo americano, un baño. Había una mezcla de olores que no supo reconocer, hierbas, salsas, grasa… el ambiente estaba muy húmedo como si todo el tiempo hubiera una olla en cocción, despidiendo sus vapores. Le hizo pasar a uno de los cuartos y allí se sentó a un lado de una mesa cubierta de un mantel azul fuerte con extraños signos dorados, al frente se acomodó ella. Sin preguntarle nada sacó un mazo de cartas y le hizo cortar en tres partes: pasado, presente, futuro. Le habló como nunca nadie lo hubiera hecho antes, le describió su vida pasada como si ella hubiera sido la protagonista, mientras sacaba las barajas y las colocaba, parecía que al azahar, en un lado y otro de la mesa iba hablando sin parar como recitando una poesía que se sabía de memoria y el veía pasar ante sus ojos la película de su vida. Hablaba para sí misma. Como si él no estuviera presente, cuando terminó con el mazo de cartas estas formaban una estrella de cinco puntas. Se estremeció, él sabía que existían las brujas y creía en ellas, pero nunca había estado tan cerca de una. Pasó un tiempo que él no supo calcular, cuando ella pareció darse cuenta de su presencia. Mirándolo a los ojos le dijo: “He visitado tu pasado y tu presente, pero tu futuro es todavía incierto, ya ha pasado  el tiempo que tenía que pasar, necesitas ayuda de los dioses, yo no te la puedo dar sola. El viernes viajo a Cuba, voy a una reunión con mis maestros, pediré a ellos que intercedan por ti. Déjame una fotografía tuya, los datos de tu nacimiento, y la de tus hijos sobre la mesa.”
Con desesperanza volvió a cruzar la frontera, no había sido como él se imaginaba, iluso de él creía que ella con una varita mágica le iba a decir: “Tus problemas están resueltos, vuelve a casa”, no había sido así y ahora volvía a su rutina, a su soledad que cada vez le pesaba más.
Estaba sentado en el parque, esperando una llamada para poder negociar un cargamento de atún cuando sintió un escalofrío que recorría su cuerpo, no le dio miedo, al contrario era como si alguien tratara de cobijarlo y vio su foto, en medio de un círculo de arena, alrededor de él habían varias personas, señores mayores, desconocidos que miraban su retrato con mucha atención, había uno en especial, el Babalao, era él, el que dirigía el grupo. No despegaba la vista de su foto, y rezaba como en un murmullo, si, él no podía entender las palabras pero tenía la certeza que rezaban por él. El que dirigía el grupo aspiró un cigarro profundamente, sopló el humo sobre la foto a la vez que tomaba un puñado de caracoles y los lanzaba al centro del círculo , luego de analizarlos por un momento dijo: “Se cumplió la hora, los dioses quieren que regreses, la justicia humana demorará un poco todavía en llegar, pero tu estarás invisible para los que no te deban ver. Regresa a casa”
Supo que su momento había llegado, ese mismo día llamó a su hija y le dijo: “Mañana estoy ahí, voy con ustedes a Mancora”
Todo estaba listo para el viaje, lo habían planeado durante varios meses. La tía Lula siempre tan organizada, había hecho el presupuesto, contratado el bus, reservado los hoteles, había pensado hasta en el más mínimo detalle. Cuando le dijeron que el se unía al viaje se alegró mucho, siempre se habían llevado muy bien, hizo las llamadas pertinentes y arreglo todo para 16 personas. Las familias de las tres hermanas ahora sumaban 14, su amiga holandesa y su compañero eran 16, el chofer 17.
En Machala almorzaron con un amigo que les dio las instrucciones para cruzar la frontera,” No se vayan por Huaquillas”, les había dicho, “porque ahí migración les hace esperar demasiado tiempo, vayan directo al puente de la Unidad Nacional, ese que donó la Unión Europea y que está recién inaugurado pasen por ahí, ya saben si les hacen problema dan para unas colitas y asunto arreglado”. Nadie lo decía pero todos estaban nerviosos, que pasará si les detienen en la frontera?, que harán si los revisan y se dan cuenta que el tiene orden de prisión?, nadie quería mencionar el asunto pero las preguntas daban vueltas por el autobús. Vieron a lo lejos el control policial y el chofer les anunció que tendrían que detenerse para arreglar los papeles del carro y de los pasajeros. El por primera vez se preguntó y si los brujos fallaron?, si no surtió el efecto del baño de invisibilidad? Se sintió desfallecer y lamentó haber puesto en riesgo a su familia. Pero era demasiado tarde para retroceder. El autobús había parado y un agente de la aduana subía al bus para contar a los pasajeros. Parado, con su aire de autoridad y su uniforme verde militar iba contando a los pasajeros, señalándolos con el dedo, uno, dos, tres, cuatro……quince y el chofer 16.
Volvió a contarlos para estar seguro, esta vez sin tanto aspaviento y se rectificó, son 16, pueden seguir, que disfruten de su viaje.
Todos reían y respiraban de alivio, no lo podían creer, habían pasado la frontera sin problema y se encontraban rumbo a Mancora, por primera vez en ocho años disfrutarían de unas vacaciones en la que estarían de nuevo todos juntos.
En eso, regreso a ver a su lado y ahí estaba ella, la vio por primera vez en mucho tiempo, ella que todos estos años había permanecido invisible, que había tenido que salir al mundo a luchar y sacar a sus hijos adelante, ella que había aprendido a defenderse y a caminar sola. Ahí estaba la vio como nunca antes con sus ternuras y sus iras, con sus arrugas y sus temas, con sus mentiras y sus verdades, con sus sueños y sus fantasías  y la quiso con toda su alma y supo que nunca mas se separarían, y recordó las palabras de Rebeca, la bruja: “Recuerda que todo se compensa en la vida, si algo viene, algo se va, si tú te haces invisible, alguien se hará visible”

Montserrat Pazmiño

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